EL TRABAJO COMO EXPERIENCIA OTORGADA Y ALCANZADA
EL
TRABAJO COMO EXPERIENCIA OTORGADA Y ALCANZADA
1.
Introducción
Todos los seres humanos, hoy en
día, sin importar el idioma, el país, la cultura o la etnia, tenemos una
definición de lo que es el trabajo. El día de hoy, asumimos que el trabajo es
un bien que otorga dones alcanzados, fruto de las luchas que se han asumido en
el pasado, sobre todo entre trabajadores que sufrían maltrato, expropiación de
la riqueza y explotación del esfuerzo.
El objetivo general del presente
artículo será aproximar a los miembros de la comunidad educativa, de modo
incipiente, a una definición del trabajo desde un punto de vista histórico,
filosófico, teológico y, como católicos, desde la enseñanza de la Iglesia y su
magisterio. De modo más específico, también se espera valorar, bajo un punto de
vista crítico, al trabajo como don humano, fuente de liberación y herramienta
para alcanzar la satisfacción y realización del hombre en el devenir de su
existencia.
2.
Etimología del trabajo
“…trabaja Perses, estirpe de dioses, para que te
aborrezca el Hambre y te quiera la venerable Deméter de hermosa corona y llene
de alimento tu cabaña; pues el hambre siempre acompaña al holgazán. Los dioses
y los hombres se indignan contra el que vive sin hacer nada, semejante en
carácter a los zánganos sin aguijón, que consumen el esfuerzo de las abejas
comiendo sin trabajar…” (Hesíodo, 2000, p.80)[1].
Para los griegos del antiguo
orden, el trabajo no era una deshonra. Trabajo era un término que aludía al
significado de “actividad”. Por ello, la inactividad sí era considerada una
deshonra. A la llegada de la filosofía platónica y la posterior aristotélica,
el trabajo era una actividad que sostenía la satisfacción de las necesidades
que sostengan la vida en la polis (la ciudad y el mercado) como son el
vestido, la alimentación, la vivienda, el calzado. Sin embargo, esta actividad
centrada en el alcance de lo necesario para el sostenimiento de la vitalidad,
era despreciada por el hombre teorético, por el académico aspirante a la
sabiduría. El trabajo, al estar sometido a la satisfacción de las necesidades
de este mundo, era considerado despreciable ya que el hombre sabio y el
ciudadano heleno debía liberarse del mundo, y para ejercer el oficio magno de
la filosofía -y también de la política- debía tener esclavos a su mando para
que realicen las actividades de satisfacción de sus necesidades.
Al escuchar el término “trabajo”,
-derivación del verbo trabajar- las personas no imaginan que la palabra
pronunciada atañe al latín vulgar tripaliare, cuyo significado es
torturar. La raíz de este verbo latino
es la palabra tripalium, lo que era un antiguo utensilio de tortura que
usaban los romanos del antiguo imperio, para castigar a sus reos o esclavos. Lo
curioso es que, con el paso del tiempo, el término tripalium significó
fatiga, sufrimiento o penalidad, cuyo uso estaba reservado a las actividades
realizadas en el campo y en el régimen de la esclavitud[2].
La aristocracia romana posterior,
mantuvo el antiguo menosprecio griego del trabajo centrado en las actividades
productivas más rudimentarias, debido a que una vida plena era aquella que
cultivaba el ocio, el arte y la filosofía. Así el “negocio”, término sinónimo
del trabajo, significaba una negación del ocio (neg-otium).
3.
El trabajo desde el punto
de vista teológico
“Te ganarás el
pan con el sudor de tu frente” (Génesis 3, 19).
Las Sagradas Escrituras
judeo-cristianas muestran al trabajo como la consecuencia del pecado original,
es decir una suerte de corrección divina a la desobediencia humana donde la
mujer pare con dolor y el hombre se gana la vida sufriendo. Pero ésta no es la
visión bíblica original del trabajo.
El trabajo ha sido desde el principio un propósito
de Dios para el hombre (cfr. Gn. 1, 28; 2, 15). Dios mismo enseñó al hombre la
actividad de la labranza (cfr. Is. 28,26-29). La misma creación trabaja (cfr.
Pr. 6:6-8). El ejemplo más elevado de trabajo lo tenemos en Dios, tanto en
Creación (cfr. Gn. 1 y 2) como en Redención (Jn. 5,17). Fue por la caída y la
consiguiente maldición que el trabajo pasó de ser un gozo a constituir un
agotador esfuerzo para asegurar la subsistencia (Gn. 3, 16- 19)[3].
Sin embargo, esto no fue el
proyecto original de Dios. En el principio (antes de la caída) el propósito de
Dios era que el hombre trabaje (Gn. 1, 28; 2, 15) Dios mismo enseñó al hombre
la actividad de la labranza (cfr. Is. 28,26-29). La misma creación trabaja
(cfr. Pr. 6,6-8). Dios es un ser trabajador. El ejemplo más elevado de trabajo
lo tenemos en Dios, tanto en la Creación (cfr. Gn. 1 y 2) como en la Redención
(Jn. 5,17).
La revelación enseña de este modo
que fue por la caída y su consiguiente maldición que el trabajo pasó de ser un
gozo a constituir un “agotador esfuerzo” para asegurar la subsistencia (Gn. 3,
16- 19). De este modo se trata de
explicar aquella realidad mundial en la cual, el trabajo, no es una fuente de
placer y creación, sino una fastidiosa actividad muchas veces esclavizadora,
angustiosa, y muy pocas veces otorga una adecuada compensación, siendo como la
historia lo ha demostrado un instrumento de explotación y opresión.
Sin embargo, la evolución de la
revelación divina ha mostrado a la humanidad que el trabajo y la posibilidad de
trabajar, son para el hombre una bendición divina. La Biblia muestra muchas
actividades. Como ya se explicó, la primera de ellas, dada al hombre para
ejercerla en su estado paradisíaco, fue la labranza y cuidado de Edén (Gn. 2,15).
Después del regreso de
Jesucristo, ante el retorno del estado eterno, en un contexto de reposo moral,
los seres salvados por Dios ejercerán su servicio ante Él (Ap. 22,4). Por ello,
en la vida eterna, no cesará el trabajo o la actividad, sino que cesarán las
luchas, los conflictos contra otros hombres, el pecado y la injusticia. De este
modo, Dios no solo redime al hombre, sino a todo lo que este hombre realice,
entre lo cual descubrir y realizar el trabajo se vuelve una bendición divina y
fuente de felicidad.
4.
El trabajo en la doctrina
social de la Iglesia
La doctrina social de la Iglesia
puede entenderse con el gran compendio ético, filosófico, moral y social,
sustentado en el evangelio, la tradición y el magisterio eclesial. El contenido
de esta enseñanza social se basa en diversas encíclicas papales y otros
documentos eclesiásticos y persigue orientar la sana convivencia de las
personas a fin de que sean más felices en este mundo y busquen uno nuevo.
Algunos de los principales temas
de esta doctrina son: la dignidad de la persona, la familia, la pobreza, la
guerra, el terrorismo, el medio ambiente. También plantea el problema de la
distribución de la riqueza, de modo más justo, la igualdad de oportunidades.
Asimismo, esta doctrina evalúa al
mundo en cada una de sus etapas y actualidades contingentes, ofreciendo a la
humanidad en general, -pero de modo especial a los fieles católicos-, un
diagnóstico y una serie de principios morales necesarios para superar “los
complejos problemas socioeconómicos, promoviendo una verdadera cultura de la
dignificación de vida y de la paz. Otro tema interesante es sobre el bien común
y el verdadero progreso integral de la persona.
Los grandes retos que se plantea
la DSI responden a: humanizar las relaciones económicas y sociales abogando por
un desarrollo humano integral, encaminado al desarrollo humano integral. La DSI
También aborda el problema de la igualdad salarial entre mujeres y hombres.
Otro de los temas que aborda la DSI en relación al trabajo es su particular
análisis de la realidad socioeconómica mundial.
Teniendo en cuenta la DSI y su
basta enseñanza, el trabajo puede considerarse como una experiencia integral e
integradora, donde se necesita haber adquirido capacidades técnicas y
profesionales. El trabajo es actividad propiamente humana y conduce a un orden
social justo y comunitario. La visión de
la DSI sobre el trabajo implica un grado de cierta espiritualidad donde el
creyente católico, ahora trabajador, ha de buscar santificarse trabajando, esto
es, contribuyendo al progreso integral de la propia persona y al progreso
comunitario de todos, lo cual impacta en el capital, la ciencia, la técnica,
los recursos públicos y la misma propiedad privada.
El trabajo ha de ser reconocido
como como fuente esencial de crecimiento de la dignidad personal, estabilidad
de las familias y herramienta para generar una cultura de paz al interior de
una comunidad. El trabajo ha de convertirse en un empleo productivo que genere
el ingreso justo, seguridad laboral en el ámbito de la actividad, y adquisición
de beneficios sociales para todas las familias. La Iglesia reconoce en el
trabajo un medio de desarrollo personal y de integración social, fuente de la
igualdad de oportunidades, tanto para varones como para las damas.
5.
Entre lo dado y lo
alcanzado
Los significados que ha tenido el
trabajo a lo largo de la historia de la humanidad son tan diversos, que parece
imposible reducirlos a un denominador común. En este pequeño artículo se ha
esbozado la visión judeocristiana, griega y romana clásicas. Hay muchos
enfoques más por conocer para tener una idea más clara de a qué nos referimos
cuando hablamos del trabajo.
Así, por ejemplo, el marxismo
-que se pone tan de moda en diversos ámbitos locales y extranjeros- es
considerado por algunos autores como una “filosofía del trabajo”. Esta
filosofía se aboca al trabajo económico, destinado a liberarse de sus trabas en
una sociedad sin ningún tipo de clases. El trabajo libera al hombre cuando es
auténtico. Pero cuando el trabajo explota al trabajador, cuando le roba la
utilidad que le correspondería al trabajador, cuando no brinda las condiciones
mínimas,
Desde la metafísica de Ruyer[4]
(1948) el trabajo es libertad. El pensador distingue dos tipos de trabajo: el
realizado por humanos y el realizado por las máquinas. Libertad y trabajo
siguen el mismo rumbo. Debemos precisar que el trabajo no se reduce a la pura “producción”
ni tampoco puede ser identificado con el simple esfuerzo penoso y obligado. El
trabajo perfecto es aquel que permite el despliegue de la libertad lo cual no
hace el mecanizado.
Hoy en día, que atravesamos esta
pandemia, muchas personas han perdido el trabajo. Las causas de dicha pérdida
tienen rasgos comunes, pero al final podemos experimentar que una vez
habituados a trabajar, no hacerlo -al menos de modo formal- resulta inaceptable
por el ser humano. Perder el trabajo es algo que se experimenta como perder una
parte del propio ser. El trabajo y su posesión son motivo de gozo, aún en medio
de los esfuerzos y sacrificios que exija. El gozo es más pleno en la medida que
por medio del trabajo se realizan actividades acordes con los talentos del trabajador.
El trabajo hace posible el despliegue de los mejores talentos y valores del
trabajador. Asimismo, puede hacer emerger las principales tinieblas del mismo.
De todo lo dicho, se puede
entender al trabajo como la herramienta con la que el hombre recorre su
existencia, satisface las necesidades básicas, pero por encima de ellas,
despliega su talento, perfecciona sus capacidades, alcanza logros y se
construye a sí mismo a cada instante.
El trabajo se vuelve en el
elemento más propio del ser humano. Ser humano significa ser trabajador. La
naturaleza, creada o heredada, lo demuestra. Por todos los beneficios que el
trabajo puede otorgarle al hombre, hoy más que nunca, se le debe volver a
defender. En nuestro contexto, el trabajo es fuente de supervivencia más que de
realización. Por ello la lucha por mejorar sus condiciones, la lucha por
reparar los daños causados a nivel masivo, ha de ser compromiso y exigencia
personal y común.
La vida humana se desarrolla
entre los momentos acontecidos pasados y presentes. El futuro existe en tanto
que el hombre lo realiza. Dentro del devenir de la vida, el hombre se encuentra
con dos regiones fácticas: la región de lo dado, y la región de lo alcanzado.
Esto es así, porque en la vida muchas cosas que podemos tener son el fruto de
una auto proposición, de un sacrificio, de un esfuerzo, del trabajo. Esta es la región de lo alcanzado. Pero la
vida nos presenta situaciones que irrumpen y sorprenden, acontecimientos que no
los hemos causado, regalos que aparecen en la vida sin consultar. Esta es la
región de lo dado. Lo dado y lo alcanzado están de modo dialéctico en el
devenir del hombre.
El trabajo, al ser actividad
humana, así como todo lo humano, tiene estas dos facetas. Puede ser alcanzado,
por medio de una postulación general, competencia, etc. Pero también se puede
dar el caso, en que el trabajo sea algo que se da, no buscado, no pensado. Aquí
se habla de la irrupción del don, y debemos recordar que muchas personas, cosas
y situaciones irrumpen en la vida. El don, lo dado, se agradece; lo alcanzado,
se disfruta.
Hoy más que nunca, gritemos ¡Feliz
día del trabajo! Aquellos que aún lo mantenemos, seamos agradecidos con Dios y
la vida en sí por permitirnos disfrutar de la actividad y sus recompensas.
Aquellos que no lo tienen, aquellos que lo han perdido, recuerden que lo
tuvieron, y transformen la frustración en motivación, en posibilidad de cambiar
el futuro. Aquellos que han reelaborado el tipo de trabajo realizado antes de
la pandemia, mucha fuerza que con su sacrificio siguen construyendo al país.
[1] Hesíodo (2000).
Obras y fragmentos. Barcelona. Ed. Gredos.
[2] Etimología. Origen de la palabra (2019). Etimología
de Trabajo.
Recuperado
el 30 de abril de 2021 de: https://etimologia.com/trabajo/#:~:text=Etimolog%C3%ADa%20de%20Trabajo%20Se%20ubica%20como%20derivaci%C3%B3n%20del,romanos%20para%20castigar%20a%20los%20reos%20o%20condenados.
[3] Lacuerva, Francisco (2001). Diccionario
Teológico Ilustrado. Colombia: Edit. Clie
[4]
Ruyer
Raymond (1948) «Métaphysique du travail». Revue de Métaphysique et de Morale,
53 Vol. 26-54, 190-215)
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